Ramón Amaya Amador era un cronista nato. Además de sus escritos literarios –muchos de los cuales permanecen inéditos– dejó cientos de artículos y ensayos regados en diferentes publicaciones en Honduras y el mundo.
Escribía crónicas sobre todos los aspectos de la vida y en particular aquellos de su propia vida que pudieran tener interés público o familiar.
Poco antes de su muerte había empezado a sistematizar muchas de dichas crónicas y entre ellas las tituladas “Hombres, rumbos y horizontes. Apuntes de viajes”. Compilado de tres tomos, incluye viajes personales, familiares, de vacaciones, encuentros de escritores y diversos congresos.
En el 105 aniversario del nacimiento de Ramón Amaya Amador publicamos las primeras 10 páginas que hablan sobre los últimos días del autor de Prisión Verde en Honduras.
Hombres, Rumbos y Horizontes, Apuntes de viajes
Año de 1959
Salida de Honduras, 15 de Abril
Hoy ha terminado mi trabajo de reportero en el diario El Cronista que dirige Alejandro Valladares. A principios del mes interpuse mi renuncia al puesto porque “voy a trasladarme a México” con mi familia. Para todos ha sido sorpresa mi determinación. El compañero Ventura Ramos, jefe de Redacción, me ha objetado el viaje en caso de no tener seguro trabajo en aquel país. Como él es viejo compañero, ha sido el segundo (después de mi hermano Arnulfo C. Amador) a quien he dicho la verdad de este viaje. Naturalmente, ha comprendido entonces que no cometo ningún desatino al abandonar el país.
Me he despedido de los compañeros Luis Alonso Alvarado, magnífico compañero salvadoreño que ya va a terminar sus estudios universitarios obteniendo el título de Licenciado en Derecho; Jorge Figueroa Rush, el hijo de aquel gran amigo que fue el Ingeniero Paulino Figueroa, muerto por la mordedura de una víbora cuando yo estaba en la emigración; Salvador Valladares, hijo de Alejandro y buen chico que promete mucho en el periodismo; Guardilla, que hace poco regresó de Costa Rica. Lo mismo de doña Coca de Valladares, la viuda de Paulino y, la verdadera motor de la empresa “Paulino Valladares”, cuya energía, a pesar de sus años, no cede a la organización y al trabajo. Espero ir a despedirme de Alejandro a su residencia en “La Esperanza”.
A todos mis amigos he dicho sobre mi traslado a México. Algunos lo aplauden, otros lo lamentan. A mis familiares en Olanchito y La Ceiba les escribiré informándoles del viaje.
Yo me siento contento. Así mismo se encuentra Arminda quien, desde que le plantee el problema no tuvo inconveniente en aceptar. Entonces aún estaba embarazada de Carlitos y creíamos que el viaje estaba inminente, mas no fue así y hemos tenido que esperar varios meses. Para mi mujer, este viaje que es, realmente a Checoslovaquia a trabajar en la redacción de la Revista Problemas de la Paz y del Socialismo, y que puede ser tal vez de más de un par de años, le ha sido grato. Yo comprendo que es así por cuanto, ella considera, según yo creo, que el ambiente checo debe ser algo semejante a la Argentina, algo superior naturalmente a mi país. Por otra parte, su deseo de conocer un país socialista, de saber por experiencia propia lo que es la vida en el sector comunista. Ciertas o no estas razones, la verdad es que su aceptación ha sido de mi agrado, pues comprueba que ella está dispuesta a seguirme a cualquier parte del mundo.
No dejamos de comprender que este viaje tan largo, aún en avión, será de dificultades por nuestro hijo menor que apenas cuenta con 4 meses de edad. Aixa Ixchel ya está más grande, tiene un año y cuatro meses y puede resistir el viaje. Veremos lo que sucede.
He comenzado a cambiar los cinco mil lempiras, valor de mi casa en Olanchito y vendida hace siete meses a mi amigo Domingo Urbina Rosales. Se bien que es una venta bastante barata, pero lo he hecho en aras de nuestra antigua amistad y, antes de venderla a otro, mejor a él que, con grandes esfuerzos personales, ha venido elevándose económicamente ayudado por su abnegada compañera Argelia Sabe y teniendo aún el calor del cariño de su madre Tilde (Matilde Urbina, vieja amiga de mi madre María Isabel). A más de estos 2,500 dólares, llevo otros cuatrocientos, fruto de mi trabajo y de la venta de mis últimos libros.
17 de abril
Para nuestro viaje ya tenemos los pasaportes con las correspondientes visas de México y de Francia. El pasaporte de Aixa y Carlos Raúl es uno solo. Aixa va como responsable de su hermano. Arminda va con su pasaporte argentino y necesita visa francesa. Hoy por la tarde fui a recoger los pasajes. Viajaremos por Air France. Están extendidos de Tegucigalpa a Zúrich.
Creo que ya todo está arreglado por cuanto he conversado con los compañeros Mario Morales y Alejandro Arias sobre el trabajo. Lo único qué hacer, es trasladarse a Praga donde está la redacción de la revista y ya me esperan con el trabajo. Parece que voy un poco retrasado.
Estamos muy apurados en los arreglos. Para mí es ya la cuarta vez que me toca emprender la marcha, deshacerme de mis pocos haberes que no se pueden llevar. Pero, al menos, esta vez no salgo obligado como cuando me fui de Honduras a Guatemala y de Guatemala a la Argentina. No he podido ir a recoger el dinero de mis libros puestos en venta. Quedan ejemplares en las librerías “El Sol”, “La Selecta”, “Molino”, “Panamericana”, donde Matías Funes, en Ceiba, Progreso, La Lima, Olanchito y San Pedro Sula. Los últimos 300 ejemplares de Los brujos de Ilamatepeque los he bajado al portón de la entrada de la casa de doña Lacha, donde vivimos, para que los recoja Mario Sosa.
Me he despedido de amigos como Francisco Sánchez Reyes (El Indio), de Alfredo Mejía Lara, y de otros. En Relaciones Exteriores he estado con Mario Sosa conversando con el Licenciado Andrés Alvarado Puerto, quien, en su carácter de Ministro de Relaciones Exteriores, está interesado en hacer llegar a los países socialistas los documentos que acreditan nuestra soberanía sobre el territorio de la Mosquitia, que actualmente está en litigio en la Corte Internacional de Justicia de La Haya. Son materiales de índole histórico. El objetivo es plausible y yo llevo estos materiales con mucho gusto. Además, es indirectamente una muestra de confianza en el patriotismo de nuestro Partido. Alvarado Puerto, con todo y su buena amistad para los gringos y su origen de clase, se ha mostrado amigo de nosotros. Y es que esa amistad no es de hoy sino de hace muchos años. Conmigo somos del mismo pueblo, estuvimos en el exilio juntos en Guatemala y Costa Rica.
Sigo trabajando en el programa de radio, a las seis de la mañana en colaboración con Figueroa Rush y Mario Hernán Ramírez. Yo me he encargado de los editoriales y los grabamos en la noche para ser pasados en cinta magnetofónica al día siguiente por la mañana.
19 de abril
Hoy es víspera de nuestro viaje. De manera que se acerca la hora de partir me siento más emocionado, pero es una emoción distinta, no con nostalgia ni tristeza como en otras oportunidades sino con alegría y, no es para menos: ¡vamos a Checoslovaquia, al socialismo, a residir allá por temporada larga!
En este día, domingo, Arminda hizo un asado como despedida. Fue en la tarde y asistieron varios amigos: doña Nicolasa (Lacha) la dueña de la Casa de Huéspedes en cuyo tercer piso residimos y allí hicimos el asado, Salvador Turcios h., actual director de El Pueblo, vocero del Partido Liberal, Matías Funes y José María Espinoza, del mismo diario, Jorge Figueroa Rush y Mario Hernán Ramírez del programa “Radio Independencia”, y la novia de Figueroa.
Hemos pasado muy contentos, en agradable comer y beber. Después salimos de casa y fuimos a la calle a continuar la despedida. Encontramos al periodista Oscar Orlando Bonilla, que, quien sabe por qué se encuentra un tanto disgustado hoy conmigo; como no le invitamos a ir con nosotros pues estaba muy ebrio, se sintió molesto. Estuvimos en Comayagüela y ya en la noche regresé a casa.
Poco después llegaron los compañeros del Sindicato de Camiseras y de Sastres y de la Construcción. Una comisión de mujeres encabezada por la compañera Esperanza (de Laínez) y Andrés Pineda. Venían entre otros los compañeros Pachán, Florindo, y las muchachas de una célula. La esposa de Pineda. Esta, a ruego mío, bailó un sique para poder tener una idea mejor del baile típico nuestro que yo desconozco. Pasamos un rato alegres. Distribuí libros, novelas y textos entre los compañeros pues no podré llevarlos y a ellos les serán muy útiles.
Nos acostamos muy tarde de la noche pues tenemos que dejar todo más o menos listo para el viaje mañana a la una de la tarde. He escrito varias cartas: a Domingo Urbina y María Cristina Moncada en Olanchito. A Francisca Zavala, Silvia y Joaquín (Amador) Mayorga en Ceiba. Las pondré mañana al correo. Dejaremos donde Arnulfo algunas cosas de las que es imposible llevar. Únicamente tenemos para sesenta kilos.
Esta es nuestra última noche en Tegucigalpa. ¿Hasta cuándo retornaremos a ella y en qué condiciones? Ni siquiera lo podría predecir porque el futuro es un enigma. Partimos dejando en el país más o menos un gobierno liberal que da ciertas libertades, pero que, debido a los compromisos con el imperialismo (Recuérdese el llamado “Pacto de Agua Azul” de 1957) no podrán resolver los problemas de nuestro pueblo y, en cambio, es de esperar un giro más hacia la derecha. El “veranito” de libertad, no creo que se prolongue demasiado tiempo: el imperialismo no puede permitírselo a sus socios liberales. Claro está que si Villeda Morales quisiera realizar su programa y llevar las reformas hasta el fin, podría hacerlo con sólo apoyarse en el pueblo, pero él (y este es su fracaso), en vez de eso, prefiere apoyarse en el Departamento de Estado yanqui y en los militares a quienes ha reconocido cierto grado de autonomía. Si Villeda Morales fuese un hombre torpe y estúpido en política, se podía justificar lo que está cometiendo en contra suyo y de su partido, pero él es inteligente y lo que hace es de manera consciente. Ojalá que mis temores de que lo boten con un golpe de Estado, no se realicen. Yo creo que los liberales con los militares están creando cuervos.
Dejaré en poder de mi hermano aquellos asuntos que no puedo llevar. Muebles, papeles, algunas obras inéditas, una maquinita de escribir ya vieja y descompuesta. Cama, cuna, armario, mesas. Es una lástima que para el día de mi viaje no se encuentre aquí Arnulfo pues ha ido a San Pedro Sula en asuntos de su trabajo bancario. Puedo decir que hoy, es Nulfo el único de mis hermanos que se encuentra más cercano y aun cuando no sustenta mis ideas, es tolerante y comprensivo.
¡Ultima noche en Tegucigalpa! Desde el tercer piso de nuestra vivienda veo la ciudad, con sus cerros, su iluminación y los gritos de las gentes que en los bares de la esquina, trasnochan pegados al alcohol. Quizá si mi viaje fuera solo, si no fuesen conmigo mi mujer y mis hijos, esta noche me sentiría terriblemente emocionado, pero como voy con toda mi familia, mi emoción tiene más de cerebral que de sentimental. Comprendo que es un viraje decisivo en mi vida y en la de los míos porque no ignoro lo que significará a nuestro regreso el hecho de haber vivido en un país socialista si en Honduras, como supongo, seguirá entonces dominando el imperialismo. Cierto que la revolución cubana es una esperanza y que puede ayudar en mucho para la democratización de nuestro país, pero no creo que esto haga cambiar las cosas.
De todos modos, aun cuando las consecuencias de mi actitud de irme a trabajar al socialismo tenga en el futuro consecuencias dolorosas para mí y quizá para mi Arminda y nuestros niños, estamos de acuerdo con ella en que es justa nuestra determinación. Digan lo que digan, piensen lo que piensen, hagan lo que hagan nuestros adversarios, no importa. Nos vamos hoy para regresar cuando la vida lo disponga, posiblemente dentro de dos o tres años, cuando Aixa tenga cuatro y Carlitos tres.
Quisiera saber lo que dirán mis hermanas cuando sepan, pues lo va a saber más tarde, que me encuentro en Checoslovaquia. No les extrañará porque saben cuáles son mis principios. Les extrañará sin duda que vaya con toda la familia. A mi regreso veremos lo que han pensado. Para Arminda, sería una mayor felicidad, si este viaje fuese hacia Argentina, a su Córdoba, y es natural porque allá tiene a sus padres y sus hermanos, a sus compañeras y a sus amistades. Ha de sentir ella lo mismo que sentía yo, cuando estando en Argentina, anhelaba regresar a mi patria, porque, tierra como la patria no hay ninguna. ¡Qué curiosa es la vida de las personas! Unos sabe dónde nace pero no dónde va a morir. Uno sabe únicamente lo que va viviendo en esta como cinta cinematográfica, hecha por uno y vista por uno. ¿Cómo podía imaginarme yo cuando salí para Argentina de Guatemala, que allá encontraría esta mujer que se llama Arminda Regina para desposarla? ¿Cómo podía ella imaginarse siquiera que un día llegaría un desconocido de muy lejos para entrar en su corazón y en su vida, trastornar su normal desarrollo de trabajo de enfermera, tomar un avión y venir, también lejos, a tener dos hijos y, un día inesperado, con ellos a cuestas dejar Tegucigalpa y salir hacia el mundo, para ella desconocido, del socialismo? ¡Esto es la vida, este es el misterio del futuro de dos seres como nosotros!
Mañana diremos nuestro adiós a Tegucigalpa, a mi Honduras querida, a mi pueblo sojuzgado. Pero, no será un adiós para siempre sino, un ¡Hasta luego, patria!, porque volveré, volveremos los que hoy marchamos, más conscientes y firmes, más preparados para continuar la lucha por la liberación definitiva de este pueblo que es el mío y que jamás, ¡JAMAS! podré cambiar por ningún otro.
Nuestra última noche, domingo 19 de abril de 1959.
México D.F. 20 de abril
Ha sido este día de múltiples emociones. Escribo en un amplio cuarto del hotel Isabel la Católica. Tenemos dos camas. Aixa Ixchel y Carlos Raúl duermen y, después de conversar con Arminda, escribo estos apuntes en mi diario. Reconstruyo el día.
Nos levantamos muy temprano en Tegucigalpa. Salí en busca de un camión para trasladar los muebles a casa de Arnulfo en la Calle de Atrás como la llaman. Es todo un desparpajo. Unas cosas se han vendido, otras se han regalado. La muchacha sirvienta, María, viene a su último día. Le hemos pagado su salario y Arminda le ha regalado algunas cosas. El compañero A. Pineda vino a ayudarme desde temprano. A él le dejo varias cosas. Un radio grande, libros para vender. Papeles. Nos costó mucho bajar del tercer piso el armario, la cama, la cuna. Al fin se hizo.
Rápidamente llevé esas cosas a la casa de Arnulfo. Está allí solamente su esposa Tona con los niños. Metimos los muebles y regresé ya habiéndome despedido. Quise ir a poner las cartas y, ¡sorpresa!, las llevaba en el bolsillo del pantalón y ahora ya no las tenía. ¡Se perdieron y todo por no irlas a poner temprano habiendo pasado cerca del correo cuando fui en busca del camión! No hay tiempo para hacer otras.
Al pesar mis valijas he tenido que sacar algunas cosas (libros) porque pesaban mucho más de los sesenta kilos. No quiero pagar exceso. Todo lo hicimos corriendo con Pineda. Ventura y Alvaradito llegaron a despedirse. Al primero dejo el apartado postal 579. Era el mediodía y debíamos partir al aeropuerto Toncontín. Hubo lágrimas a la salida de parte de Arminda. Al aeropuerto nos fueron a despedir Mario Sosa, Salvador Turcios y José María Espinoza. ¡Grandes amigos! Doña Lacha y María fueron también. Arminda se puso su traje blanco. Parecía una novia, aunque lo blanco es lo menos propicio para viajar. No hubo ninguna dificultad aduanal. Todo en regla. Don Chema fue hasta la escala del avión. Por teléfono se despidió de mí aquella muchacha de la juventud liberal que vive donde Salvador. Se llama [ ].
Salimos de Toncontín a la 1:45 en avión de TACA INTERNACIONAL. No me fijé quienes viajaban a nuestro lado. Estaba efectivamente emocionado cuando partió el avión. A los hijos en nada afectó el vuelo. Hicimos escala en San Salvador, en el aeropuerto de Ilopango. Ya habíamos estado con Arminda en mayo del 57 cuando veníamos de Buenos Aires. Ahora estuvimos una hora, aquella vez estuvimos más y fuimos a conocer la ciudad y sacamos fotos. Hemos dejado nuestro álbum en casa de Arnulfo.
Continuamos el vuelo después de cambiar avión. Llegamos al aeropuerto La Aurora en Guatemala y permanecimos 25 minutos. No bajamos. Un día de septiembre de 1954, cuando tenía tres meses de gobernar el coronel Carlos Castillo Armas, de este mismo puerto salimos los exilados que íbamos hacia la Argentina llevados en avión por el gobierno de Perón. ¡Cuántas cosas han sucedido en mi vida en estos cinco años! ¡Y cuántas en la política de este bello país que es Guatemala, tierra que es como mi segunda patria! Ya el traidor Castillo Armas no existe, pero no existe tampoco la democracia destrozada en aquel año 54! Allí en ese aeropuerto nos despidió la policía reaccionaria, allí me quitaron periódicos y trabajos literarios que yo llevaba conmigo.
Cosas curiosas: el 9 de septiembre de 1952 yo salí de este aeropuerto con rumbo a China Popular y un 9 de septiembre de 1954 salí deportado hacia el sur del continente. A este mismo lugar llegué en enero de 1949, procedente de Costa Rica después de la triste aventura de los exilados hondureños anticariístas en la Legión del Caribe.
Aquí en Guatemala viví, de 1946 (julio) a 1954 (septiembre). Aquí dejé algo impalpable de mi juventud, de mis sueños, de mis energías.
Llegamos a México a las 6:30. En el aeropuerto dejamos el equipaje y con los maletines fuimos a la ciudad. Traía la dirección del Lic. Daniel Canales Palencia y allá fuimos en taxi. Solamente estaba su esposa a quien yo había conocido en Guatemala. Esperamos. Al fin llegó y poco después nos llevó al hotel, es decir, nos trajo al Isabel la Católica. Aquí dejamos a Arminda con los niños que ya estaban muy cansados y dormían. Con el licenciado fuimos a buscar al pintor Alvaro Canales, hermano suyo, en Zarco 19-37. No estaba y tuvimos que esperarle.
La esposa y los hijos nos recibieron. Es vivienda de artista, un tanto con el típico desorden de los pintores que luchan a brazo partido en una sociedad hostil. Tiene una niña enferma. A la medianoche llegó Alvaro. Yo no le conocía como tampoco a Daniel. Solamente por cartas. Ambos son de San Pedro Sula. Ya el licenciado está aclimatado en México. No volverá a Honduras de no ser cuando triunfe le revolución. Es la impresión que tengo debido a su vida y trabajo, a su familia que es mexicana. No parece feliz el licenciado y tiene sus razones para no serlo. Pero es un gran hondureño, inclaudicable en sus ideas, un gran profesor de secundaria.
Alvaro está joven. Dinámico. Se comprometió a venir mañana para llevarme a dar algunas vueltas y a arreglar la continuación del viaje. Vino a dejarme al hotel porque él vive cerca. Este ha sido un día muy agitado. Arminda ha recordado a Córdoba y Buenos Aires y hasta la gente se le parece a la suya. Lástima que no podamos pasar mucho debido a los niños. Mañana irá a casa de Canales Palencia para no estar sola y podrá preparar la leche para los hijos. Ahora duermen todos. Es muy tarde y solamente se oye el rumor peculiar de las grandes ciudades.
Estamos en México, la Ciudad de los Palacios donde ya he estado en otras oportunidades aunque no por mucho tiempo.