Longino Becerra
Tegucigalpa, D.C., 21 de Junio de 1991
Operación Gorila es la novela del golpe castrense perpetrado en Honduras el 3 de octubre de 1963 contra el gobierno constitucional de Ramón Villeda Morales. La obra está escrita en términos abstractos, sin mencionar el país, utilizando personajes supuestos y con algunos episodios de completa invención. Sin embargo, la mayor parte del relato se ciñe a los hechos reales ocurridos entre el 3 de octubre de 1963 y el 16 de febrero de 1965, al efectuarse las elecciones encaminadas a "constitucionalizar" en la Presidencia de la República al protagonista principal de los hechos, Oswaldo López Arellano.
El libro, pues, como todas las obras de Amaya Amador, tiene el carácter de una amplia crónica sobre un suceso real de la historia hondureña. Por ello al leerlo debe tenerse la absoluta seguridad de estar ante el relato vivido de una de las tantas acciones lesivas en todo sentido al desarrollo democrático de nuestro país. En el momento de ese golpe, ciertamente, Honduras comenzaba una etapa de recuperación institucional, después de pasar por una dictadura ultraconservadora impuesta desde 1933 hasta 1957. Los golpistas, por tanto, acabaron violentamente con dicho esfuerzo, lo que además del inmenso dolor impuesto al pueblo, significó la prolongación por veinte años más hasta 1982, de los regímenes de facto en Honduras, con todas las consecuencias del caso.
Como se trata de un hecho real, Amaya Amador se esfuerza en su novela por aproximar la descripción a la historia misma. Por ello recurre, según es frecuente en él, a la isofonía de los nombres propios. Así, por ejemplo: el Embajador de Estados Unidos en Honduras, Charles Burrows, se llama en la obra Nelson Burrothe; el jefe de la CIA en la Honduras de entonces, John Donney, recibe el nombre de Rack Donney; y el Partido Liberal es el Partido Radical. Por su parte, el Presidente Ramón Villeda Morales, cuya característica era el ser un hombre de gran facundia, aparece como Perico Labiavieja. Además, en este caso el retrato del personaje de la novela coincide exactamente con el de la realidad: "bastante amplia la calvicie y canosos los pocos pelos que aún peina cuidadosamente. Su rostro es ovalado, boca y nariz perfectas; tiene un bigote que extrañamente siempre es negro, bien recortado. Usa anteojos grandes, cuadrados, de aros negros y gruesos, dando la impresión de que su cara está bosquejada al carbón".
El relato comienza con las reuniones secretas de un grupo de militares hondureños, encabezados por el Jefe de las Fuerzas Armadas, cuyo nombre en la obra es Oscar Balafuga, y los miembros de la Misión Militar Norteamericana. En dichos encuentros se decide dar el golpe porque tal tipo de acciones constituye una política de Washington para hacerle frente en América Latina a la influencia de la Revolución Cubana. La idea es simple: cambiar los gobiernos de leyes por dictaduras castrenses a fin de tener las manos libres en cuanto a la represión del movimiento democrático. Por eso en la novela uno de los protagonistas extranjeros dice con toda claridad: "el gobierno de mi país no podrá jamás sentirse tranquilo mientras América Latina no esté, de manera unánime, en condiciones de fiel aliada: y para que esta fidelidad sea firme, se requiere que en todos los países gobiernen los militares". Esto es rigurosamente histórico.
¿Qué pretexto esgrimir frente a un gobierno constitucional, surgido de unas elecciones verdaderamente amplias y libres? Acusarlo de estar minado por los comunistas y de tolerar una conjura de éstos, con el apoyo de Fidel Castro, para tomar el poder en abierto desafío a Norteamérica. La novela abunda en referencias a esta cuestión, lo cual es congruente con lo ocurrido en la realidad. Uno de los puntos, para el caso, de la Proclama lanzada por el ejército el mismo día del golpe, se refiere a "la infiltración comunista en el gobierno". Alude también a la existencia de una Guardia Civil como peligro para el ejército y a la elección de Modesto Rodas Alvarado como candidato liberal a las elecciones convocadas para el 3 de octubre y a quien se consideraba un enemigo de los militares. Este juicio siempre fue mantenido sobre la cabeza de Rodas, por lo que hubo quienes abrigaran serias dudas acerca de las condiciones de su muerte el 9 de julio de 1979, cuando, una vez más, su candidatura presidencial estaba a punto de producirse.
Amaya Amador describe minuciosamente la ejecución del plan golpista conocido como Operación Gorila. El libro hace hincapié en la crueldad desplegada por los militares durante el asalto a los puestos de la Guardia Civil, la Universidad, los sindicatos progresistas y las casas donde vivían líderes demócratas. Quien no conozca la historia real de aquellos hechos podría atribuirle al autor cierta exageración en esa parte del relato. Sin embargo, ello no es así porque el golpe del 3 de octubre en Honduras fue uno de los más crueles de todos los efectuados en América Latina entre 1960 y 1965. La Guardia Civil fue atacada durante las primeras horas del amanecer de ese día en toda la República. Los hombres se encontraban durmiendo y fueron masacrados en sus dormitorios por patrullas provistas de morteros, bazukas y ametralladoras. Días antes, por una orden que se le atribuyó al Presidente Villeda Morales —desmentida por él, en su momento— a la Guardia Civil le fueron retiradas las armas largas de que disponía, dejándola solamente con pistolas y macanas.
No hay cifras exactas acerca de las víctimas, pero, sin duda alguna, son varios millares. A ello se unen las capturas multitudinarias y las persecuciones feroces desatadas en todo el territorio nacional contra los más notorios dirigentes populares, incluidos los de ideología liberal. Muchos de estos líderes huyeron a los montes o se ocultaron durante meses enteros en las principales ciudades del país. ¿Por qué tanta saña? Porque los golpistas esperaban una reacción popular de grandes proporciones tomando en cuenta el respaldo obtenido por los liberales en los comicios del 22 de septiembre de 1957. Amaya Amador dice a este respecto en su novela: "los militares no encontraron ninguna resistencia organizada y hubiera sido un golpe incruento, igual a la toma del Palacio de Gobierno, de no haber tenido previamente un plan concreto de represión preventiva para imponerse por el terror". La falta de esa reacción violenta por parte del pueblo se debió a un hecho simple: Villeda Morales había perdido credibilidad durante los últimos tres años de su gobierno a causa de incumplir sus promesas electorales y por la adopción de una política abiertamente represiva contra el movimiento popular.
Algunos de los dirigentes de masas que escaparon a los montes terminaron armándose allí con el objeto de organizar su autodefensa, pues se les perseguía a muerte, entre ellos a los activistas y líderes de la Federación Nacional de Campesinos de Honduras. Estos grupos, compuestos en su mayoría por liberales y gente sin militancia política, entraron en contacto con el Partido Comunista, quien organizó la forma de asistirlos con armas y alimentos. Así nació, a partir del 21 de diciembre de 1963, un grupo guerrillero en las proximidades de la ciudad de El Progreso, el cual, en febrero de 1964, se trasladó a la montaña El Jute, siempre cercana a dicha población. Para el mes de abril de este último año el destacamento contaba con 22 hombres bien armados y abastecidos. Esta guerrilla operó hasta el 30 de abril de 1965, cuando una patrulla del ejército, bajo el mando del teniente Carlos Alberto Aguilar, sorprendió durmiendo al grupo y, después de capturar a siete hombres completamente desarmados, los asesinó bárbaramente en el patio de una casa. Amaya Amador no se refiere a estos hechos porque al escribir su obra en Checoslovaquia entre 1964 y 1965, desconocía la existencia de los mismos.
El golpe del 3 de octubre no fue una acción secreta, como en realidad, no lo ha sido ninguna de las acciones de este tipo llevadas a cabo a lo largo de la historia del país. Desde un año antes comenzaron a circular informes, tanto dentro del país como en el extranjero, acerca de los preparativos del asalto militar. Sin embargo, ni el Partido Liberal, ni el Presidente de la República le dieron importancia a tales noticias, pues se habían acoplado enteramente a la política norteamericana y estimaban absurda la pérdida del apoyo de Washington. Aun faltando pocos días para el golpe, el 27 de septiembre, la Oficina de Relaciones Públicas del gobierno desmintió un cable norteamericano de prensa en tal sentido. «Una vez más —decía la nota oficial— el gobierno reafirma su fe en el Ejército, que está siendo guiado con mentalidad constitucionalista y democrática por sus jefes». Días después del asalto al poder se acusó al propio Villeda Morales, y así lo insinúa la novela de Amaya Amador, de no ser ajeno a la conjura contra su propio gobierno pues deseaba impedir el triunfo electoral de su correligionario Modesto Rodas Alvarado, quien derrotó al candidato oficialista en la Convención del Partido Liberal del 20 de abril de 1963.
La obra se refiere también a las maquinaciones efectuadas por una facción del Partido Nacional, bajo la dirigencia de Ricardo Zúniga Augustinus, llamado aquí Celestino Camándula, orientadas a transformar al jefe del golpe, Oswaldo López Arellano, en Presidente Constitucional de la República. Con ese objeto se convocó a elecciones para el 16 de febrero de 1965 a fin de integrar una Asamblea Nacional Constituyente. De inmediato, la dirigencia liberal, encabezada por Villeda Morales, entró en pláticas con la facción antes dicha y los militares para formar un gobierno de integración. La novela narra estos conciliábulos y termina con el estallido de un movimiento guerrillero de grandes proporciones, lo cual sólo fue una esperanza del autor, pues los grupos armados que surgieron de Juventud Liberal y de la izquierda hondureña a partir de 1964 tuvieron apenas una vida fugaz. Naturalmente, las elecciones las «ganaron» los golpistas en toda la línea y Oswaldo López Arellano fue electo Presidente Constitucional de Honduras en el seno de la Asamblea, lo que era recetarle su misma medicina al liberalismo, pues éste había electo a Villeda Morales en una Constituyente el 15 de noviembre de 1957.
La novela «Operación Gorila» tiene una enorme importancia histórica y necesariamente debía conocerse en Honduras después de la versión rusa de 1970. Los acontecimientos descritos en ella son demasiado dolorosos y terribles como para olvidarse fácilmente. Los golpes en cadena del 21 de octubre de 1956, el 3 de octubre de 1963 y el 4 de diciembre de 1972, frustraron el desarrollo democrático del país y dieron origen a un irrespeto inconcebible por las instituciones jurídicas hasta el día de hoy. En Honduras, al contrario de lo que ocurre en otras partes del mundo donde existe una mayor tradición institucional, con frecuencia no se respetan las leyes ni los organismos encargados de aplicarlas. Aquí muchas veces se encarcela, se tortura, se persigue y hasta se mata sin que los responsables, civiles o militares, funcionarios o ciudadanos comunes, reciban la condena que en justicia les corresponde. Por ello, una de las tareas fundamentales para los hondureños de hoy sigue siendo lograr el surgimiento de una institucionalidad verdaderamente respetada para hacer de nuestra sociedad un ente de convivencia acorde con los requisitos de la civilización.
Por último, deseamos decir que esta novela, como todas las de Ramón Amaya Amador, se inscribe en el género del realismo crítico. No se trata, por tanto, de una obra preciosista, de grandes esfuerzos creadores, donde abundan los encantos lingüísticos y los arrobamientos formales. Es más bien un reportaje sencillo, directo, donde lo que importa son los hechos narrados y no los medios discursivos. Una característica especial del libro, dentro de la línea antes dicha, es la intención por parte del autor de hacerlo todo brutal, tosco, desde los personajes hasta los hechos. En la obra no hay espacio para los elementos delicados, suaves. El amor, por ejemplo, presente en otras de sus obras de modo tierno y encantador, aún dentro de ambientes duros, aquí aparece como el acto de fieras en celo o el desfoque de «híbridos de toro, tigre y caimán». De esa manera Amaya Amador logró el propósito de imprimirle a su obra una atmósfera de violencia total y corrupción total, acorde con la realidad subyacente. Por todo esto valía la pena que este libro se conociera en Honduras, lo cual se logra ahora gracias al generoso aporte de la Editorial Universitaria.